Si bien no he leído el proyecto
de reforma del código procesal penal y cuando lo lea no voy a emitir mayores
opiniones porque no es un tema que maneje en profundidad, sí me interesa
remarcar que me preocupa la instauración de la prisión primitiva por razones de
“conmoción social” y también la expulsión de extranjeros –siendo que la
problemática distinción entre nacionales y extranjeros la he abordado en otras
oportunidades por ejemplo
acá-. Dicho esto me
interesa complejizar la discusión.
Con motivo de pensar el caso
boliviano como una transición hacia alguna forma de socialismo, estoy
trabajando lo que creo que representa una gran dificultad: ¿Cómo pensar
transiciones hacia lo nuevo con
sujetos formados por lo viejo? ¿Cómo
pensar nuevas políticas con sujetos
formados por las viejas políticas? La
construcción de la subjetividad se delinea en la bisagra, en el umbral, de las
tecnologías de gobierno y las tecnologías del yo y el gran dilema que aparece
es: ¿Qué esperar, si se quiere avanzar en cambios emancipatorios, de esos
sujetos formados y autoformados por aquellas prácticas que desean modificarse?
Bajo estas preguntas, que por ahora no tienen respuesta, es que estoy
trabajando teorías de la transición.
En el último capítulo de Estado, Poder y Socialismo (1978),
Poulantzas –además de modificar sustancialmente su enfoque estructural
funcionalista de Poder político y clases
sociales en el Estado capitalista (1969)- planteaba que el desafío de una
vía democrática al socialismo (que no hay que confundir con vía pacífica) o de
un socialismo democrático era: “cómo
emprender una transformación radical del Estado articulando la ampliación y la
profundización de las instituciones de la democracia representativa y de las
libertades (que fueron también una conquista de las masas populares) con el despliegue de las formas de democracia
directa de base y el enjambre de los focos autogestionarios.”
La línea marcada por Poulantzas
es interesante, pero no por ello ajena a dificultades. No queda muy claro qué
hacer cuando esa democracia de base no existe ni, agregaría, tampoco contamos
con sujetos constituidos en prácticas democráticas radicales. Cuando se
sancionó el nuevo Código Civil algunas voces (
acá) postularon que la mayor participación popular
hubiera transformado al Código en más progresista, y que la concentración de
poder siempre tiende a prácticas conservadoras. No solamente estas miradas
piensan al poder de modo institucional y bajo sus propias premisas podrían
encontrarse ejemplos históricos de condensación de poder con cambios
estructurales muy beneficiosos para los sectores populares, sino que no hay
garantías que una mayor participación democrática -construida y subjetivada bajo lógicas conservadores- hubiera devenido en un código
más progresista. Esto no implica tomar partido por un elitismo ni una
tecnocracia, sino tomar muy seriamente el problema de cómo pensar la participación
política de sujetos formados y autoformados bajo prácticas e instituciones
conservadoras.
Si tomamos el caso del código
procesal penal, entiendo que los enunciados sobre la expulsión de extranjeros y la prisión preventiva con motivo
de “conmoción social” retoma parte de esa opinión pública estructurada a partir
de empresas mediáticas (no democráticas, no abiertas a la participación popular
pero sí muy abiertas a las inversiones privadas). ¿Qué mirada esperar de
aquellos que se subjetivan y se construyen a sí mismos como sujetos
espectadores? ¿Cómo pensar una seguridad democrática cuando los sujetos se
subjetivan a partir de discursos de seguridad reaccionarios? Mientras
intentamos responder estas preguntas es claro que uno de los objetivos sería
construir otros espacios, distintos y distantes, en donde puedan desarrollarse
prácticas que construyan otros sujetos políticos. Creo que el kirchnerismo ha
perdido esa oportunidad histórica en el 2003-2005 cuando Néstor Kirchner mantuvo
buenas relaciones con varios movimientos sociales, y creo que cierto apoyo
actual en y a La Cámpora y Unidos y organizados es un intento de
recuperar cierto tiempo perdido. Por ahora es difícil evaluar el potencial de
estos espacios –muchas veces bastardeados por las empresas mediáticas-, pero no
es difícil pronosticar que los sectores políticos que reducen la política a
repartir globos y destacar la personalidad cultural de Marcelo Tinelli, o que desde
el comedor de Mirta Legrand instan a despertar en los televidentes su lado más
reaccionario y junten firmas para decirle no a un proyecto de código penal, no
están pensando en construir espacios en los cuales la construcción de la
subjetividad se realice a partir de prácticas democráticas.
Todavía con algunas dudas, creo
que la expulsión de los extranjeros y la prisión preventiva por motivos de “conmoción
social” recoge cierta demanda popular construida bajo las peores prácticas, y
es por ello que debe enmarcarse dentro de ese gran nudo, difícil de desatar,
que se pregunta ¿cómo pensar nuevas
prácticas con sujetos formados con las viejas prácticas?