miércoles, 17 de junio de 2015

Esa extraña alegría que se escribe con Z: Zaffaroni y Zannini


Varios colegas y conocidos/as a quienes respeto y hasta me siento cerca ideológicamente hoy muestran su alegría por el nombramiento de Raúl Zaffaroni como juez de la Corte Interamericana. Otros/as (y en algunos casos los/as mismos/as) expresan su alegría por la nominación de Carlos Zannini como candidato a vicepresidente de Scioli.


Zaffaroni tiene un pasado que no hay que ocultar: fue juez de la dictadura más sangrienta de América Latina. Y fue juez durante toda la dictadura. Juró en 1976 y nunca renunció. Además por estos días circulan algunos fragmentos de Derecho Penal Militar escrito en 1980, pero como no he leído el libro prefiero no opinar. Este es un pasado que no hay que borrar, pero tampoco hay que borrar que buena parte de su producción teórica posterior –más allá de las críticas que le puedo realizar- ha servido para poner en jaque no solamente la violencia estatal de las dictaduras sino también la de las democracias: la violencia del encierro y de la policía. Sus aportes a la criminología y al derecho penal, más allá de las diferencias que tengo, han oxigenado muchísimo las líneas conservadoras y reaccionarias con las que se suele escribir sobre derecho en buena parte de nuestras universidades. Además, también que tener presente que buena parte de los críticos de Zaffaroni –por ejemplo la ONG Usina de Justicia que lo impugnó ante la OEA- tienen una ideología mucho más cercana a la dictadura que lo que se lee en sus escritos.

Luego de marcar estas ambivalencias, aunque no motivadas en ellas, que Zaffaroni sea Juez de la Corte Interamericana no me genera ninguna alegría, porque me alegraban otras de sus prácticas. Me alegró la defensa del juez Axel López, injustamente perseguido –por oficialistas y opositores- por aplicar correctamente la ley de ejecución penal y otorgar algunas libertades condicionales. Me alegró que cuando se retiró de la Corte Suprema anunciara que se dedicaría a formar juristas en las universidades del conurbano, algo que está haciendo desde principios de año en la Universidad Nacional de José C. Paz. Esas prácticas son las que me causaban alegría, porque creo que se vinculan bastante con algunos de sus textos más interesantes. Que vuelva a la burocracia judicial y deje las defensas de los Axel López o abandone a los estudiantes más necesitados no me genera alegría.
Sobre el caso de Zannini me cuesta opinar, pero sí quisiera detenerme sobre aquellos que están contentos. Leído a su mejor luz, o tomado como un supuesto teórico, la incorporación de Zannini implica que la parte más progresista del kirchnerismo logra incluirse en la fórmula presidencial. Implica que lo menos alejado de la izquierda logra marcarle el terreno al que está más cerca de la derecha, dentro del amplio espectro que está dentro del kirchnerismo –amplio espectro que siempre estuvo dentro del Partido Justicialista, pero también de la Unión Cívica Radical, al menos hasta la alianza con Macri-. Incluso leído en esta clave me causa sorpresa esta alegría. Me causa sorpresa la alegría por una decisión tomada en secreto, sin la menor discusión, sin la menor participación popular –que es la que garantiza que el kirchnerismo no se aleje tanto de la izquierda o el progresismo-. Es difícil entender esta alegría por una decisión tomada a puertas cerradas, puertas tan cerradas como las que nominaron a Zaffaroni como magistrado de la Corte Interamericana.

Me causa sorpresa quienes están contentos. Quienes se alegran de decisiones tomadas a espaldas de la participación popular. Participación e involucramiento popular que son necesarios para que los cambios en el derecho no se queden en las sentencias y la política no se reduzca a las candidaturas.