El control remoto de mi pequeña y
vieja caja boba tiene pedido de captura por lo que escuche la cadena oficial
por la radio. Antes de mencionar algunos puntos del discurso, quiero aludir a una
ingrata sorpresa: al finalizar el discurso leo varias quejas porque la
presidenta decidió lucir la silla de ruedas –imagen que desconocía-, pero pocas
menciones al contenido del discurso. ¿Se han puesto a pensar por qué se
focalizan más en las imágenes que en las palabras? ¿Nunca se preguntaron por
qué identifican sus preferencias más con colores –amarillo y naranja- que con opiniones
y posicionamientos?
Sobre el proyecto de ley por el
momento no tengo mucho para decir no solamente porque todavía no se conoce sino
porque se trata de una materia con la que no me siento muy cómodo. Sin embargo
estamos frente a un interesante desafío porque se avecina un intento de discutir
democráticamente una institución que poder definición es incompatible con la
democracia: tiene agentes, gastos e información reservada recolectada de modo
poco sensato.
Más allá de lo anterior me
interesa detenerme en los tiempos de la política. Si efectivamente la muerte de
Nisman –y quizás otras muertes de las que no tenemos noticias- se explican por
una interna de los servicios de inteligencia, efectivamente esta reforma llega
tarde. Aunque llega, y ese no es un dato menor. Cierto discurso de tinte liberal,
que piensa la política por fuera de los procesos históricos y la existencia de
grupos de presión, acusó rápidamente al gobierno por no haber reformado antes
los servicios. Sin embargo creo que este discurso debe ser profundizado:
1- Llevar adelante una reforma de
las agencias de inteligencia no es una decisión política que pueda
implementarse en cualquier circunstancia, sino que hay que buscar el momento
político adecuado. Aquí efectivamente falló el kirchnerismo. El gobierno no
buscó el momento, sino que le llegó de un modo trágico. El gobierno no trató de
crear una correlación de fuerzas favorable, una movilización social capaz de
apoyar y defender los cimbronazos que seguramente traen este tipo de reformas.
2- Efectivamente el gobierno no
ha creado esta correlación de fuerzas necesarias, no ha creado un poder popular
sobre el que apoyarse para realizar estas reformas en momentos no trágicos,
pero tampoco lo ha hecho la oposición. La única capacidad de movilización que
gran parte de la oposición posee es la de concurrir a los programas de
televisión para saciar las ansias de un culto a la imagen que tapa los oídos.
Con nula capacidad de crear una correlación de fuerzas favorables, la oposición
ha creado unas planillas para que “la gente” firme en contra del nuevo código
penal o una supuesta reforma constitucional, o ha apoyado (ni siquiera logró direccionar)
los amontonamientos esporádicos en contra de la compra de dólares, la salud de
la república y la inseguridad.
3- Ni el gobierno ni la oposición
han creado el momento para reformar los servicios de inteligencia, y ambos son
responsables por ello. Sin embargo cuando la tragedia configuró un posible
momento político, las reacciones no fueron similares. Al día siguiente de la
muerte de Nisman, la oposición (excepto el FIT) se situó frente a las cámaras,
tomó el guion de una película pornográfica, realizó las poses esperadas, pero
no levantó la bandera de la reforma de los servicios. Tras una serie de
epístolas algo desordenadas, y algunas poses esperables, ayer el gobierno
reaccionó de modo distinto y anunció una reforma de los servicios.
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