martes, 27 de enero de 2015

Reforma a los Servicios de Inteligencia. Los tiempos políticos.

El control remoto de mi pequeña y vieja caja boba tiene pedido de captura por lo que escuche la cadena oficial por la radio. Antes de mencionar algunos puntos del discurso, quiero aludir a una ingrata sorpresa: al finalizar el discurso leo varias quejas porque la presidenta decidió lucir la silla de ruedas –imagen que desconocía-, pero pocas menciones al contenido del discurso. ¿Se han puesto a pensar por qué se focalizan más en las imágenes que en las palabras? ¿Nunca se preguntaron por qué identifican sus preferencias más con colores –amarillo y naranja- que con opiniones y posicionamientos?



Sobre el proyecto de ley por el momento no tengo mucho para decir no solamente porque todavía no se conoce sino porque se trata de una materia con la que no me siento muy cómodo. Sin embargo estamos frente a un interesante desafío porque se avecina un intento de discutir democráticamente una institución que poder definición es incompatible con la democracia: tiene agentes, gastos e información reservada recolectada de modo poco sensato.

Más allá de lo anterior me interesa detenerme en los tiempos de la política. Si efectivamente la muerte de Nisman –y quizás otras muertes de las que no tenemos noticias- se explican por una interna de los servicios de inteligencia, efectivamente esta reforma llega tarde. Aunque llega, y ese no es un dato menor. Cierto discurso de tinte liberal, que piensa la política por fuera de los procesos históricos y la existencia de grupos de presión, acusó rápidamente al gobierno por no haber reformado antes los servicios. Sin embargo creo que este discurso debe ser profundizado:

1- Llevar adelante una reforma de las agencias de inteligencia no es una decisión política que pueda implementarse en cualquier circunstancia, sino que hay que buscar el momento político adecuado. Aquí efectivamente falló el kirchnerismo. El gobierno no buscó el momento, sino que le llegó de un modo trágico. El gobierno no trató de crear una correlación de fuerzas favorable, una movilización social capaz de apoyar y defender los cimbronazos que seguramente traen este tipo de reformas.  

2- Efectivamente el gobierno no ha creado esta correlación de fuerzas necesarias, no ha creado un poder popular sobre el que apoyarse para realizar estas reformas en momentos no trágicos, pero tampoco lo ha hecho la oposición. La única capacidad de movilización que gran parte de la oposición posee es la de concurrir a los programas de televisión para saciar las ansias de un culto a la imagen que tapa los oídos. Con nula capacidad de crear una correlación de fuerzas favorables, la oposición ha creado unas planillas para que “la gente” firme en contra del nuevo código penal o una supuesta reforma constitucional, o ha apoyado (ni siquiera logró direccionar) los amontonamientos esporádicos en contra de la compra de dólares, la salud de la república y la inseguridad.

3- Ni el gobierno ni la oposición han creado el momento para reformar los servicios de inteligencia, y ambos son responsables por ello. Sin embargo cuando la tragedia configuró un posible momento político, las reacciones no fueron similares. Al día siguiente de la muerte de Nisman, la oposición (excepto el FIT) se situó frente a las cámaras, tomó el guion de una película pornográfica, realizó las poses esperadas, pero no levantó la bandera de la reforma de los servicios. Tras una serie de epístolas algo desordenadas, y algunas poses esperables, ayer el gobierno reaccionó de modo distinto y anunció una reforma de los servicios.


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